Cuatro meses
Son las nueve,
son las nueve en tu reloj y
no en el mío,
no en las esquinas que ocupas en
tu casa,
ausente de tus manos amplias como las mariposas,
como
las raíces que ponen tus pies sobre mi cama
cuando
a veces
acompaña el amor a nuestros cuerpos.
No es la misma hora porque
cuando empecé a escribir ya había pasado un minuto y
tu voz estaba lejos-lejos y
no sabías cuánto te amaba
porque
estabas dormida, Scherezada,
en los brazos soberanos de
un hombre violento.
Pero cada pedazo de tiempo me dice
confidencialmente
tu distancia y
creo que puedo llorar
sin saberlo,
sinsabor y sinsentido
ausencia tuya,
caricia tuya,
palabra tuya
expulsada un día por
mi rencor avaro.
Una luna y una estrella de
Falluyah arrasada
por cinco hombres asesinos con
carnet,
luna y estrella de banderas y
San Juan,
donde hablo con mi hermana,
ella que también está sin palabra
y me escucha
por carencia.
Ahora son las diez o
la hora en que persiste tu rostro sobre
cada cosa pequeña que me camina,
cada momento lento que se pasea sobre
y papel donde te escribo
cómo recuerdo la hora,
cómo rumio las páginas,
cosas pequeñas
que me caminan y
dejan tus huellas frescas,
y dejan tus huellas frescas.
Publicado originalmente en Cacheperismos (2012), Colectivo Revista Boreales